lunes, 31 de agosto de 2015

“Duendas mágicas”

La obra escrita por Franco Rau y dirigida en conjunto con Guido Gastaldi, es una de las grandes sorpresas del teatro para chicos de los últimos tiempos. Porque entretiene por demás y porque deja un mensaje claro, universal y que todos los niños y padres deberíamos seguir al pie de la letra para vivir en un mundo mucho mejor.

Mía (Sofia Amoresano) y Tomi (Claudio Ibarra) son dos chicos preocupados por divertirse, amantes de los cuentos de hadas de Disney, pero también interesados en los derechos de los chicos. Éstos son, a no ser discriminados por cuestiones físicas, a tener una familia y a la libre expresión. Es por ello, que por arte de magia, las tres duendas mágicas que tenía la inquieta Mía en su poder, se convierten en reales, y les proponen un viaje por su universo, donde en cada cuento y en cada historia, se les materializará y se les explicará uno de los derechos por los cuales pregonan. Las duendas mágicas, algo alienadas, son encantadoras.

Muchos son los aspectos a destacar de “Duendas mágicas”, pero sin duda, la agilidad y atractivo de cada uno de sus cuadros y canciones, hacen que la obra se disfrute al máximo y sin atender el paso del tiempo. El vestuario –crédito de Calandra-Hock–, impecable en todos sus cambios, hace parecer todo una súper producción. Otro acierto, es la utilización del reducido espacio del teatro El Porteño, el cual convierten en gigante, debido a coreografías precisas, desarrolladas por Ariel Pastocchi.

En las obras infantiles, algo es claro, cuando sus protagonistas disfrutan y se emocionan al hacerla; los chicos reciben buena vibra y la pasan bien. Y eso es lo que se vive en esos sesenta minutos de canciones e historias. Una fiesta. Donde los chicos incorporan mensajes positivos y los grandes asienten y disfrutan.

Muy buenas y amigables actuaciones de Agustina Suárez (Mimí) y de Noelia Amoresano (Fifí) como duendas, aunque es la histriónica Giuliana Olarticochea, quien como la duenda Kikí, se gana la obra a base a su locura escénica. Sofia Amoresano y Claudio Ibarra, convincentes en sus personajes, enaltecen la obra. El playback de sus mismas voces, suma en espectacularidad, aunque siempre las voces en vivo, dan otra cercanía con el público.

“Duendas mágicas” es una entretenida y simpática obra de teatro, que revitaliza esos momentos inolvidables que los padres disfrutan junto a sus hijos y viceversa.

Por Mariano Casas Di Nardo

lunes, 24 de agosto de 2015

“El patio de Carlota”

Sólo en Buenos Aires puede suceder que en un teatro pequeño de un barrio periférico al circuito grande, den una comedia donde se ve que la pasan bien tanto los actores como el público. Y revuela un aire de felicidad absoluta, por fuera de lo que es el arte en sí. Y uno se siente feliz. Porque en esa hora de duración, todas son sonrisas. La de los protagonistas, que hacen lo que aman y las de los espectadores, que se divierten y consiguen lo que van a buscar: distracción y pasar un momento ameno y simpático.

El patio de la casa de Carlota tiene vida propia. Claro, su anfitriona hace todo lo posible para que todos se sientan contenidos y cómodos. Una especie de conventillo, donde todas las personas más grotescas del imaginario barrial, caen en gracia. La vecina judía, la mujer de mala vida, la joven de dudosa y fácil economía, la atractiva adolescente, el chico futbolero, el padre burrero, la nuera embarazada con su marido de poca inteligencia, un semental destapador de cañerías todo poderoso y una directora de escuela, más otros personajes extraños.

Escrita por Edith Laura Allan y dirigida por Rubén Hernández Miranda, la obra entretiene y en su homogéneo elenco, reside la clave de todo. Cada uno por su parte, lleva la obra para el mismo lado, capitaneado todo por el histriónico Juan Carlos Muñoz, la misma Carlota. Otros puntos fuertes, son Gabriela Manildo (La Elizabeth) y la bella Evelyn Alfonso (La Jeniffer), quienes sostienen todo con sus actuaciones y caracterizaciones.

“El patio de Carlota” es una comedia de pasillos (cambiamos el término de puertas), al estilo “Esperando la carroza”; donde desde el grotesco, las historias más inverosímiles surgen de la vida privada de nuestra heroína Carlota. Un correcto vestuario y una iluminación acorde, hacen que todo quede en forma precisa. Nos reímos y es suficiente. Para aplaudirlos de pie.

Por Mariano Casas Di Nardo

jueves, 13 de agosto de 2015

"Terrenal"

No es por contradecir al título, y menos hacer un sombreado antagónico, pero si algo no es la obra escrita y dirigida por Mauricio Kartun, es eso, terrenal. Porque los dos protagonistas que le dan vida en sus primeros minutos al cuento, hacen fácil lo difícil; y porque cuando se suma el inmenso Claudio Rissi, la obra en su ascenso, se va convirtiendo en un ejemplo de todo. De dramaturgia, de dirección y sobre todo, de actuación. Lo que hace "Tatita" en escena, es simplemente maravilloso. Y aunque la etiqueta quede periodísticamente básica, la reforzamos: “maravilloso”.

Ante una obra de Mauricio Kartun, uno por lo general, baja las defensas y se deja llevar. Porque se supone que muchas instancias ya están superadas y garantizadas. Se comienza desde un nivel más que aceptable y puede elevarse a muy bueno, excelente o en este caso, inmejorable. Es que podríamos escribir líneas y más líneas sobre su texto, su dirección, sus diálogos, sus mini monólogos, su puesta en escena, su iluminación y su musicalización, porque todo está apuntado a una misma intención; que el espectador disfrute. Su escenografía es única pero a su vez, panorámica; porque no tiene nada, pero la mímica y la precisión gestual de sus protagonistas, la ponen en todos los planos.

La historia es la de Caín y Abel, en una lucha entre cordial y tensa por el terreno donde viven. Un paralelismo constante entre la leyenda y el año en que transcurre la vida de estas dos personas, un domingo cualquiera en su Edén de cabotaje. Claudio Da Passano es Abel, mientras Claudio Martínez Bel es Caín. Y detrás, como un ser todo poderoso, refleja Tatita, la mejor versión de Claudio Rissi sobre un escenario. Si existen escalas que miden los terremotos, los grados de temperatura y lo que sea, después de ver “Terrenal”, tranquilamente se podría hablar de una escala Rissi para evaluar a los actores. Claro que el cero sería bueno, y el diez, lo que hace en la obra.

Para quien se jacte de teatrero, es obligación verla. A quien le guste todo lo que ve sobre un escenario, seguramente se enamore; y a quien no le guste nada, un lindo desafío para continuar con su política. No es una obra que nos cambie la vida ni que nos explique nuestra existencia, pero brilla en todas sus partes y eso la vuelve única y paradigmática.

Por Mariano Casas Di Nardo 




Shrek, el musical

La cuestión sobre “Shrek, el musical” era saber en primera instancia, si un producto bien de estilo Broadway, podía funcionar en nuestra cartelera porteña. Porque su público en principio estaba muy abierto. Obra infantil en un formato para grandes, con personajes de dibujitos pero comprometidos a una duración que excede la atención de los más chiquitos. Sin embargo, su resultado es óptimo, por lo que todas las dudas de antemano, se disipan rápidamente. El todo es absoluto. Y se disfruta, de principio a fin, sintiéndose uno orgulloso por estar viendo un show de primer nivel mundial.

Tal vez el primer cuadro genera incertidumbre, pero ya es con la segunda escena y con la aparición de todos los freaks (Pinocho, Tres Chanchitos, Peter Pan, Lobo Feroz, Patito Feo y Caperucita, entre otros), que uno se relaja y se dispone a disfrutar de algo único. La música, el vestuario y la destreza tanto vocal como física de los actores, queda claro en los primeros minutos. Ahí nada es improvisado. Y como un sistema de relojería suiza, todo funciona a la perfección.

Pablo Sultani es Shrek, Mela Lenoir, Fiona; Talo Silveyra es el burro y el genial Roberto Peloni, Lord Farquaad. Un póker de artistas que llevan el musical en la piel. Y si sus líderes son la excelencia, el resto en su afán de ponerse a la altura, también brillan. De hecho, lo momentos más logrados, son cuando están todos juntos, demostrando que el pequeño escenario del Maipo, no los incomoda. Una precisión quirúrgica para moverse, ir y venir, que uno tiene sólo que comprar la historia.

Todos son los puntos a favor de la obra en sí, pero sobre todo el vestuario y la escenografía, nunca dejan de deslumbrar. Solo un parpadeo de telón, para que aparezca el paisaje más inverosímil. Un dragón inédito y efectos sonoros y lumínicos, en más de un pasaje, asombran. Y en su epílogo, cuando la selección de freaks  vuelve a aparecer y se manifiesta como Los Miserables, la obra roza la perfección.

Shrek es un musical de lujo para nuestra cultura teatral y se agradece que se ponga en cartel. Con intérpretes de primer nivel actoral, la visión esclarecedora de su directora Carla Calabrese y la exhibición musical de Gaby Goldman. Para disfrutar y dejarse sorprender por la magia de un musical traído en exclusiva del verdadero mundo de las fantasías. Una joya que queda en nuestra memoria por siempre.

Por Mariano Casas Di Nardo

sábado, 8 de agosto de 2015

"Como quien oye llover"

Lo mejor de Juan Pablo Geretto es cómo posiciona a sus personajes en escena. No hace la típica introducción sino que ya los planta en situación y con el correr de los segundos, cuando la historia de cada uno va progresando, ya nos estamos encariñando. Incluso, sin saber quiénes son ni qué pretenden, pero la suavidad de los mismos, ya nos ganó la confianza. Como ese amor a primera vista; pero en este caso, empatía entre su personaje y nosotros, que aflojamos esa postura de “a ver qué hace”, para acompañarlo en su devenir. Geretto brilla en el escenario del Paseo La Plaza, con su verborragia precisa, locuaz y meditada.

Al primero que reconocemos es al propio Juan Pablo Geretto, quien con pinceladas abstractas nos retrotrae a su infancia, para contarnos algunos de sus misterios. Frases al viento que explican su personalidad, su hoy, su por qué. Y cuando uno se entusiasma, de puro chusma que es, irrumpe Ana María, la primera de sus tres mujeres, en la que concentra el universo de la amante. Ella es la otra de un hombre que por sus detalles, toda mujer caería rendida a sus pies. Lo interesante de ella es su tranquilidad, sus tiempos, el culto que hace de su condición y de cómo banaliza lo trascendental de la vida, como pueden ser las fiestas en familia, el amor de pareja  y el hogar. Su victimización confunde y ese es uno de sus mayores aciertos. Con solo una mascota en su mano, su perro Apolo, Geretto hace un monólogo de lujo.

Luego llega Nelly, una anciana que va a visitar a una amiga enferma al hospital. Otro ícono de la mujer de todos los tiempos, que despotrica contra su familia y con el lugar que el mundo le va dejando. Ácida en todo su discurso y antipática por demás, reconoce hablar con el fantasma de su ex marido, en cada uno de los truenos. Oscuramente divertida, aquí el actor también se luce con un hilo que parece no cortarse nunca, ni en sus silencios, ni en sus respiraciones, menos en sus balbuceos. Es no quererse reír ni un segundo para no desatenderlo. Otro gran acierto.

Entre uno y otro, Geretto sigue dándonos a cuenta gotas su verdad. La mirada que tuvo de niño, por momentos incomprendida, por momentos de vanguardia. Y es al final, en su epílogo, donde llega su personaje menos efectivo. La madre de “Chucky”.  Una rústica mujer de estridentes colores y lenguaje básico, acelerado, histérico y decadente. Cumbiera en su tonada, con estética de bailarina de "Pasión de Sábado" y el empaste de esas mujeres agobiadas por ser el eje de una familia poco tradicional. El problema es que desentona. Eleva un nivel de emoción y a la inversa de sus mujeres anteriores, donde lo interesante era su interior, ella expone lo visual. Si todo venía en un nivelo superlativo, con esta madre que busca a su hija en comisarías por llevar una mala vida; Geretto se pone a la altura de cualquier humorista.

El resultado final de "Como quien oye llover" es altamente favorable para el propio actor, porque lo que logra en la mayoría de sus relatos, es de una concepción artística inigualable. Sin una tos de más, ni un paso de menos. Todo matemáticamente preciso, para acompañar a esas mujeres en sus miserias, a él en su analítica infancia y reír inteligentemente. No entra en su arte el chiste fácil, y se agradece siempre. 

Por Mariano Casas Di Nardo 

sábado, 1 de agosto de 2015

"Sr. Imaginación"

Un infantil dedicado a los adultos suena extraño, pero llevado a cabo con precisión y sabiduría, puede resultar interesante. Una propuesta para que los padres que rondan los cuarenta años, puedan divertirse con sus hijos. Y esto es lo que logró su autor Pablo Gorlero con la obra “Sr. Imaginación” –Canciones para cantar con mamá y papá-. Las versiones de los Pipo Pescador, Julieta Magaña, Gaby, Fofó y Miliki, Carlitos Balá y Xuxa, enmarcadas en un contexto que hace que no sepa a añejo y que pueda ser divertido para todos. No es un baúl donde se sacan recuerdos vetustos sin sentido, apelando a la nostalgia obvia; sino una puesta con el código del infantil, para que disfruten todos. Pocas veces los padres nos divertimos en una obra para niños, y esta es una de ellas.

El acierto de su director, el mismo Gorlero, también reside en la materialización de la idea. Porque no deja la magia en las solas canciones, que ya cuentan con toda un aura de emotividad pesada, sino que trae a prestigiosos actores de la comedia musical, para que las ejecuten. Profesionales del baile y del canto, para interpretar a esos niños inquietos. Un lujo absoluto que Flor Benítez, Elis García y Magalí Sánchez Alleno, sean esas amigas que comienzan a revolver su habitación de juguetes descoloridos. Se suma, Pablo Graib, quien como Súper Kevin, equilibra la historia. Hay mucho de los 80, pero el súper héroe es claramente actual. Y entre un polo y el otro, Facundo Magrane, sorprende con un personaje fabulesco.

Haciendo hincapié en sus cinco protagonistas, escuchar canciones históricas en sus voces, es fusionar el recuerdo de una infancia pasada, con el talento que vemos actualmente en cualquiera de las multipremiadas comedias musicales que brillan en la Avenida Corrientes. Y sus coreografías precisas y modernas, demuestran que nunca se subestima nada. El tecnicismo de años de estudio, puesto a disposición de una obra infantil. Para aplaudir.

Inspirada en la canción “Señor imaginación” de Sergio Dantí, la obra termina siendo un todo que eleva la atención de grandes y chicos. Los primeros por revivir canciones que llevan consigo imágenes, olores y lugares; y los segundos, por disfrutar de lo que ellos reconocen y por ver a sus mayores entusiasmados. No son risas de unos y muecas de otros, sino una mancomunión de alegría familiar.

“Sr. Imaginación” es una perlita de teatro infantil, que se cuela entre tantos tanques comerciales, con la autoridad del ser genuino, artístico y entretenido. Tres factores que no siempre se articulan cuando el público es el más pequeño.

Por Mariano Casas Di Nardo