martes, 8 de diciembre de 2015

"Extinguidas"

José María Muscari es hoy, el mayor titiritero del espectáculo nacional. Y no le importa con quién esté interactuando. Él es fiel a sus convicciones y no hay ego, vanidad o prócer del teatro que interfiera entre su idea terminada y su génesis. Con “Extinguidas” cierra un ciclo que comenzó en el 2009 con “Escoria” y siguió con “Póstumos” en el 2011; una saga que habla sobre las personalidades del arte que vivieron la fama y el olvido con la misma intensidad. En este caso, con diez actrices y vedettes bombas, que en la década del 80, explotaban tanto en la televisión como en los escenarios porteños y en las portadas de revistas. No eran diosas de forma literal, pero los hombres las trataban como tal. Hoy, sentadas en el cordón de la vereda de la gloria, vuelven a brillar con toda la nostalgia de la purpurina que les quedó en la piel y que les es imposible de quitar.

Beatriz Salomón es la primera en aparecer en esta especie de Spa, que se parece más a un infierno o antesala del cielo, que a un lugar donde la gente va a relajarse y a encontrarse con su propio cuerpo. Y ahí confluyen todas. Una más importante y destacada que la otra y viceversa. Adriana Aguirre, Noemí Alan, Luisa Albinoni, Patricia Dal, Silvia Peyrou, Mimi Pons, Sandra Smith, Naanim Timoyko, Pata Villanueva y la mencionada Beatriz Salomón. Diez tanques de acero inoxidable que sobrevivieron a las guerras más arduas, mientras sus conductores están todos muertos. Ellas intactas, con su seducción inalterable aunque con menor efecto.

Las obras de Muscari se completan con el público. Desde siempre. Ya sea en la postal que conforman siempre un mismo perfil para cada obra, como en los gestos, los asombros y los codazos sutiles que evidencian una de sus transgresiones. Y en “Extinguidas”, no sabemos en cuáles de los polos están las protagonistas. Porque de un lado están las mujeres que sabemos lo que harán, y del otro, personas que van a buscar eso que dejaron de recibir desde fines de los 80. Entonces todo el desarrollo de la obra es una fiesta, simplemente porque se complementan las partes. “Extinguidas” es una locura perversa que hace de la nostalgia el motor, y de la gloria de ya no ser, el aplauso. Lo que se ve es para llorar, sin embargo la gente se alegra a rabiar con cada una de las diez sirenas que cuentan su vida entre confesiones de excesos, desdichas, orgullos y rencores.

Algo es indudable. No perdieron su esencia. Y uno no sabe a quién mirar. Atraen de por sí la mirada de cualquiera y eso en muchos momentos hay que multiplicarlo por diez. El típico monólogo deprimente de cada una se altera con un chiste o una salida elegante, como cuando de fondo vemos a la inalterable Adriana Aguirre tocándose el cuerpo desnudo, mientras adelante lo que se escucha es un dramón. Código Muscari a pleno.

Si Salomón es el desparpajo, Albinoni es la comedia, Alan el drama y Smith la vigencia. Patricia Dal la cuota mística, Villanueva el descontrol eterno, Timoyko la incertidumbre, Aguirre lo bizarro y Peyrou la duda de saber si el tiempo a ella le pasó o no. Cierra Mimí Pons con lo mítico, tanto por ella como por su hermana Norma.

La mejor parte de la obra no se describe para que cause en el lector la misma sorpresa y alegría que en quien escribe. Pero será inolvidable. Un vestuario potente y una iluminación que realza todo, terminan de darle la atmósfera ideal que Muscari busca para enaltecer las figuras de estas diez mujeres que ya son parte de la historia teatral y revisteril de Avenida Corrientes.

“Extinguidas” es el sello autenticado de su autor. Una obra que quedará en nuestra cabeza durante mucho tiempo. Por lo fuerte, audaz, angustiante, real y melancólico. Que no defrauda y que por demás, sorprende. Diez mujeres que vuelven al primer nivel de la mano del mejor director que les podía tocar. José María Muscari, el mejor ilusionista y mayor embustero. Resumiendo: el gran titiritero.

Por Mariano Casas Di Nardo






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