sábado, 8 de agosto de 2015

"Como quien oye llover"

Lo mejor de Juan Pablo Geretto es cómo posiciona a sus personajes en escena. No hace la típica introducción sino que ya los planta en situación y con el correr de los segundos, cuando la historia de cada uno va progresando, ya nos estamos encariñando. Incluso, sin saber quiénes son ni qué pretenden, pero la suavidad de los mismos, ya nos ganó la confianza. Como ese amor a primera vista; pero en este caso, empatía entre su personaje y nosotros, que aflojamos esa postura de “a ver qué hace”, para acompañarlo en su devenir. Geretto brilla en el escenario del Paseo La Plaza, con su verborragia precisa, locuaz y meditada.

Al primero que reconocemos es al propio Juan Pablo Geretto, quien con pinceladas abstractas nos retrotrae a su infancia, para contarnos algunos de sus misterios. Frases al viento que explican su personalidad, su hoy, su por qué. Y cuando uno se entusiasma, de puro chusma que es, irrumpe Ana María, la primera de sus tres mujeres, en la que concentra el universo de la amante. Ella es la otra de un hombre que por sus detalles, toda mujer caería rendida a sus pies. Lo interesante de ella es su tranquilidad, sus tiempos, el culto que hace de su condición y de cómo banaliza lo trascendental de la vida, como pueden ser las fiestas en familia, el amor de pareja  y el hogar. Su victimización confunde y ese es uno de sus mayores aciertos. Con solo una mascota en su mano, su perro Apolo, Geretto hace un monólogo de lujo.

Luego llega Nelly, una anciana que va a visitar a una amiga enferma al hospital. Otro ícono de la mujer de todos los tiempos, que despotrica contra su familia y con el lugar que el mundo le va dejando. Ácida en todo su discurso y antipática por demás, reconoce hablar con el fantasma de su ex marido, en cada uno de los truenos. Oscuramente divertida, aquí el actor también se luce con un hilo que parece no cortarse nunca, ni en sus silencios, ni en sus respiraciones, menos en sus balbuceos. Es no quererse reír ni un segundo para no desatenderlo. Otro gran acierto.

Entre uno y otro, Geretto sigue dándonos a cuenta gotas su verdad. La mirada que tuvo de niño, por momentos incomprendida, por momentos de vanguardia. Y es al final, en su epílogo, donde llega su personaje menos efectivo. La madre de “Chucky”.  Una rústica mujer de estridentes colores y lenguaje básico, acelerado, histérico y decadente. Cumbiera en su tonada, con estética de bailarina de "Pasión de Sábado" y el empaste de esas mujeres agobiadas por ser el eje de una familia poco tradicional. El problema es que desentona. Eleva un nivel de emoción y a la inversa de sus mujeres anteriores, donde lo interesante era su interior, ella expone lo visual. Si todo venía en un nivelo superlativo, con esta madre que busca a su hija en comisarías por llevar una mala vida; Geretto se pone a la altura de cualquier humorista.

El resultado final de "Como quien oye llover" es altamente favorable para el propio actor, porque lo que logra en la mayoría de sus relatos, es de una concepción artística inigualable. Sin una tos de más, ni un paso de menos. Todo matemáticamente preciso, para acompañar a esas mujeres en sus miserias, a él en su analítica infancia y reír inteligentemente. No entra en su arte el chiste fácil, y se agradece siempre. 

Por Mariano Casas Di Nardo 

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