domingo, 7 de junio de 2015

"UNA"

En “UNA”, Vanina Szlatyner nos propone un juego histérico y esquizofrénico al cual todos jugamos puertas adentro. Monólogos internos vestidos en diferentes personajes para dejar salir nuestros fantasmas más incorrectos en todos los sentidos. En un marco formal, serían bestias miserables, en esta locura que plantea su autora, que dirige el preciso Eduardo Bertoglio e interpreta la misma Szlatyner, criaturas adorables. Cuatros mujeres que con maquillaje y acidez, hacen lucir la deformidad.

En un escenario milimétricamente desordenado de cajas, en penumbras y abolido por el no tiempo y el sin lugar, una mujer en su estado más puro, desnuda y sin prejuicios, comienza a recrear sentimientos.  Cada rincón de esa órbita expectante, es un mundo, un dolor distinto, un amor que no se consumó. Y entre ellos interactúa la discriminación, la muerte, la infelicidad, la sexualidad en su peor expresión, el resentimiento y la dejadez. Ese deseo de vomitar las miserias para descansar en paz. “UNA” es una forma sutil y simpática, de decir las cosas que de otro modo, serían censurables.

Una teoría histórica hace referencia a la Síntesis. La misma sería la obra, la Tesis el libro original de Vanina Szlatyner, mientras la Antítesis la bajada a tierra de Eduardo Bergoglio. Se necesitan. Porque la brutalidad del texto, necesita la mirada de su director para que no nos choque. Y así disfrutamos de arte. Es arte sobre un escenario. En movimiento, orgánico; de esos que por momentos nos empuja y codea, para después acariciarnos. Si Szlatyner no actuara así, Bertoglio no estaría, como si su director no tuviera ese panorama teatral en su cabeza, Vanina no lo hubiese convocado. Una bola de nieve que se retroalimenta y termina de explotar en nuestra cabeza de espectador.

Nada es azar en “UNA”. Ni la cajita más chica que está al fondo, menos el vestuario, tampoco la iluminación o su música. Todo lleva a resaltar el concepto de estas mujeres. Su programa de mano, entregado en la previa, ya es un indicio. Porque sea teatro independiente, no escatima en calidad.
“UNA” también podría ser uno. Pensamientos oscuros que nos emparentan, aunque una esté dando el alma y el cuerpo en el escenario, y uno esté paralizado y atento, sentado a metros suyo.

Por Mariano Casas Di Nardo

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