miércoles, 11 de junio de 2014

“Drácula, el murciégalo”

A priori, la propuesta era interesante y desafiante. Cómo llevar a un personaje terrorífico y siniestro como el Conde Drácula, a un escenario para chicos y que no asuste en ningún momento. Por lo visto, de la forma en que lo encaró su autor y director Julián Raúl Collados. Muchos aciertos, sobre todo en la construcción de los personajes, del mismo Drácula y de la historia en sí. La clave, la inclusión del mayordomo del castillo, Vladimiro, quien en todo momento baja los decibeles de terror y salpica los diálogos con humor. Él desde su verborragia y su asistente Tito desde la gestualidad, llevan la obra por el lado que divierte a todos los niños.

En un primer momento, Juan, el protagonista llega a Transilvania con el objetivo de comprar los terrenos, pero sin resultados positivos, queda encerrado e incomunicado. Una foto de su prometida Mina, enamora al Conde, quien decide venir a Argentina a conquistarla, con un plan macabro, secuestrar a su amiga Lucy y convertirla en vampiresa. Nada del libro original, pero todo para que los chicos se rían y se diviertan con los periplos de estos atolondrados personajes.

Al histrionismo que le imprime Hernán Escobar a su personaje de Vladimiro, hay que sumarles la simpleza de Juco Castelli a su Juan, Natalia Vaistij a Mina y de Marcelo Chiarelli a Tito. Mención aparte para Micaela López, quien en su rol de ama de llaves e incondicional de Mina, le saca la risa a los más grandes. El resto se divide entre el correcto Matías Ramírez como el párroco Pascual y la ocurrente Ángeles Folmer como Lucy, una mezcla de la Popis del Chavo y de paquita de Xuxa. Y por último, Drácula, quien ridiculiza todos sus actos, consiguiendo así la complicidad de los espectadores más pequeños. Pero no es sólo logro del libro y del director, sino del mismo Ignacio Aramburu, quien a pura gestualidad e impronta, logra la complicidad de la platea.

Tal vez en lo único que no pensó su creador, fue en que los niños, una vez disfrutada la obra, crean que todo lo relacionado con el Conde sea para ellos. Pero esas serán cuestiones que tendrá que asumir cada padre por su parte. “Drácula, el murciégalo” es una obra amena, simpática y alegre, que se hace fuerte en el vínculo que crea cada niño con el personaje en cuestión.

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo

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