lunes, 15 de octubre de 2012

Chicos Católicos, Apostólicos y Romanos.


El dúo Juan Paya y Carlos Kaspar parece desmitificar con esta obra, varios aspectos que parecían dogmas irrevocables para el teatro. Que sobre un escenario pequeño no se puede contar una gran historia, que hacer reír es incluir en el libro un compendio de sandeces y que lo bueno, breve, es dos veces bueno. Chicos Católicos, Apostólicos y Romanos se desarrolla sobre un escenario de dos por dos con cuatro inmensos actores que lo reducen aún más; diálogos ácidos, irreverentes y picantes que se multiplican en los gestos de sus protagonistas que hacen del aire del Teatro Artaza, un eco de risa constante; y dura dos horas, algo inédito para una obra de estas características. El manual del teatro ideal a la basura, para hacer de esta pequeña obra, un espectáculo que parece no tener fin.

Todo es básico y remanido pero la clave reside en cómo unirlo y contarlo. El título nos explica de un tirón de qué va la obra, sus personajes son el abcde de cualquier colegio: el gordo, el fachero, el tonto, el amanerado devenido en gay y encima judío pobre y un portero de pocas luces, más un par de curas profesores por demás obvios. Pero su interacción y energía escénica, es lo que los distingue de cualquier otra opción de la Avenida Corrientes. Y ese parece ser el motivo de su inédito éxito.

Otro prejuicio abatido es el del protagonista marketinero que decepciona. En “Chicos católicos…” Darío Barassi es el amo y señor de absolutamente todo. Y cuando el guión pasa por su persona, todo se eleva. Las risas, el ánimo del público, sus compañeros y la misma historia. Claro, está secundado por los histriónicos Juan Gilera (el fachero), Nicolás Maiques (el judío amanerado gay pobre) y Juan Paya (el poco iluminado) que devuelven potenciado cualquier guiño gracioso. Hasta Emanuel Arias que no luce como sus compañeros, a su lado, brilla. Y cuando el actual notero de AM se convierte en el Padre Francisco, se llega al nivel máximo de comicidad. Más, uno sospecha, que sería perjudicial para la salud.

Entre los muchos aciertos de su autor Juan Paya, encontramos la constante crítica a la estructura eclesiástica. Dardos teledirigidos que se pierden por el alto nivel de humor que envicia la puesta. El libro podría ser un verdadero drama de contundente bajada de línea social pero el soberbio trabajo de sus protagonistas, hace que el absurdo ocupe todo, sin dejarnos pensar en lo que viven esos alumnos. Por su parte, Carlos Kaspar como director, logra con un par de luces, un plotter de Jesus y cinco banquitos, recrearnos todo un convento, más el cielo y el infierno. Tal vez, el que menos se luzca dentro de toda esta historia sea Emanuel Arias, pero no por déficit propio, sino por el gran contraste que hace ese poker de ases sobre el escenario.

Chicos Católicos, Apostólicos y Romanos es teatro de humor del mejor. Una obra que a priori podría dar para cualquier antro perdido del circuito off, pero que bien merecido tiene el título de "Sorpresa del año".

Por Mariano Casas Di Nardo

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